Tenía tomada la manilla de la puerta del auto, en cualquier minuto se bajaría, solo necesitaba un poco de valor, una pisca de valor, pues al hacerlo sabía perfectamente que su vida como la conocía quedaría atrás.

Han pasado tres largos minutos y no ha bajado del auto, mira a los ojos de ese hombre con el cual se ha despertado cada mañana, y no está, no se ve en los ojos de él, no, no se encuentra en ellos. Ella ya no se ve en los ojos de ese hombre que fue dueño de sus días de sus horas, de sus minutos con el cual no sólo soñó construir una vida sino que la construyo, hombre con el cual se permitió descubrir el mundo, sin embargo ella ya no se encuentra en esos ojos. hoy se mira en ellos y ya no está, son los ojos de un desconocido, de alguien que se ha olvidado de si mismo y que en ese momento la olvido a ella.

Aún Ana no abre la puerta, no sé si es por falta de valor o por que espera, tal vez busca una razón en su interior que le diga que es mejor quedarse en esa cama que ha perdido su calor, en esos muebles que ya ningún secreto guardan, o con ese hombre que la perdió de sus ojos.

Pero que le espera?, qué pasa si abre la puerta y baja del auto? Su nueva cama tendrá el calor que busca, alguien le puede asegurar que podrá esconder secretos en los rincones de aquel nuevo techo que la acojerá, sin que estos se pierdan?...

No, nadie puede asegurarnos que el dia que nos aventuremos a vivir encontraremos lo que buscamos, por eso al final es solo una decisión nuestra.

Pero no es de lo que haríamos nosotros lo que me tiene escribiendo, es de lo que hará Ana, quien ya no contiene las lágrimas y respira a cada momento con mayor dificultad, y su corazón late tan fuerte que es posible ver como se agita su vestido.

Mira por última vez a Santiago, intenta bajarse, pero él, ese hombre que la olvidó tomo su brazo y la sostuvo no obstante ella no volteo, pues ya lo había mirado por última vez.

Bajo, cerró la puerta y quedó ahí parada en medio de la nada, pero ya no seguiría esperando a que su vida la invite a vivir.